7 cosas que tal vez no haces y deberías hacer con tu Ángel de la Guarda

 

1. Salúdalo al despertar

Al despertar, luego de agradecer a Dios por otro día de vida, y encomendarte al amoroso cuidado de María, saluda a tu Ángel de la Guarda y dale gracias porque toda la noche veló tu sueño.

2. Encomiéndale tu día

Pídele ayuda para lo que vayas a enfrentar en el día.

Acostúmbrate a rezar diario la Oración al Ángel Custodio que propone el Catecismo de la Iglesia Católica: “Ángel de Dios, que eres mi Custodio pues la bondad divina me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, defiéndeme y gobiérname. Amén”

3. Pídele por otras personas

Tu Ángel conoce a todos los otros Ángeles Custodios. Si tienes que tratar con alguien difícil, pídele a tu Ángel que pida al Ángel de esa persona, que le ayude a mantenerla serena y receptiva. También puedes dirigirte directamente a los Ángeles de otras personas para pedirles por ellas, por ejemplo, de compañeros de escuela o de trabajo, automovilistas, gente que va en la calle y que ves necesitada de ayuda.

4. Pídele por los difuntos

Tu Ángel puede rogar por las almas de tus seres queridos que estén en el Purgatorio, incluso visitarlas y consolarlas; encomiéndaselas.

5. Agradécele favores

Tu Ángel de la Guarda está constantemente haciéndote favores. Hazte consciente de que no es casualidad que encontraras eso que tenías traspapelado, que no te hubieras caído al tropezar, que no te hubieras perdido, y dale las gracias a él y a Dios por su continua protección y ayuda.

6. Celébralo

Los martes es el día se la semana que la Iglesia dedica a los Ángeles. Y, desde luego, el 2 de octubre es su fiesta. Piensa cómo puedes festejarlo, ¿qué alegría le puedes dar.

7. Encomiéndale tu descanso

En la noche, luego de hacer oración para examinar tu jornada, dar gracias a Dios por otro día de vida y pedirle perdón por tus faltas y ayuda para superarlas, y de agradecer también a María por su amorosa intercesión, dale gracias a tu Ángel por su fidelidad y auxilio, y pídele que vele tu sueño. Puedes decirle esa oración que quizá aprendiste en tu infancia: ‘Ángel de mi Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…’

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